La selección argentina de fútbol, con Diego Maradona como flamante entrenador, debutó con un triunfo frente a su par escocés por un tanto contra cero. Claro, bastaron unas pocas palabras del DT para que todos los jugadores entendieran de repente que estaban representando a su país -cosa que extrañamente jamás se les había ocurrido pensar-, y que debían defender a muerte la albiceleste. Fue como magia en envase pequeño: Diego tiro algunas de sus frases de ocasión y los convocados tomaron conciencia acerca de lo holgazanes y flojos que habían sido hasta ese momento.
En la cancha hay que dejar todo. Click.
Por supuesto, profesionales con 5, 10, 15 años de trayectoria en las ligas más competitivas del mundo nunca antes habían transpirado la camiseta, ni dejado hasta las uñas en cada pelota dividida.
Hay que cambiar la actitud. Click.
Ya está, con eso ganamos el Mundial. Es increíble como desde Bilardo ningún técnico de la selección mayor supo transmitirles a sus jugadores la simple idea de "poner la patita dura".
Dejémonos de joder, le ganamos por un gol a una selección de tercer nivel, en la que su estrella juega en la reserva del William Wallace's Football Club. El triunfo está bien, por lo menos hubo retazos de buen fútbol y el resultado final no arrojó un paupérrimo empate como contra los grandes rivales (subestimados según algunos ayudantes de Basile) del tipo Bielorrusia. Lo que indigna es todo ese palabrerío ateniente al supuesto aprendizaje de los convocados para defender a muerte la camiseta, al cambio de actitud que se habria evidenciado. Eso es ningunear a entrenadores previos y a los jugadores mismos. Basta un partidito como el de ayer para disparar nuevamente el ego a las nubes, por favor. Sólo hay que recorrer tapas y titulares de diarios nacionales para emborracharse al instante con las candilejas periodísticas (esas que después vomitan en la resaca del resultado adverso).
Esperemos que Maradona siga creciendo como técnico, manteniendo al mismo tiempo un perfil sobrio y moderado como el de ayer, para que las cámaras se queden donde tienen que estar: en el campo de juego. Y ahí dentro no se gana con frasecitas ilustres, sino con habilidad, táctica y garra, algo que nunca les faltó a los argentinos.
Poner los pies sobre la tierra. Click.
